28 de agosto de 2008

GISELA, LA DIVA HERIDA


TRANSFORMARSE en Diva o Reina tiene su costo. Hace falta enterrar muchas cosas y borrar de la memoria los tiempos pasados para "seguir adelante". Cuando hablamos de travestismo (o transexualismo) hablamos de romper en dos el propio ser y, de ser posible, desechar una parte. Es lo que ha pasado con la señito Gisela Valcárcel.

Aunque es loable y digno de admiración que haya pasado de ser vedette de barrio a próspera empresaria, lo que fastidia es que lo haya hecho desechando a la alegre dicharachera que podía entregar su sonrisa a un barrunto para convertirse en una refinada y seria empresaria que apenas te mira (por encima del hombro) a través de sus lentes oscuros. Si en la tele aparece sudando amabilidad y ternura es por puro fingimiento, lo cual -por cierto- se nota hasta lo insoportable en su voz impostada.

Sin embargo esta es la clase gente a la cual se le permite entrar en las ligas mayores a ocupar asientos V.I.P., a compartir mesa con empresarios o recibir el favor de los medios que prácticamente han cerrado filas a su alrededor en el escándalo de las secuencias pregrabadas insertadas durante la transmisión "en vivo" de su programa "Bailando por un sueño". Aunque es común esta práctica en la televisión (hasta en el Oscar lo hacen), el escándalo levantado por los Enemigos Íntimos Aldo Miyashiro y Beto Ortíz incidió en la fibra sensible de la señora: su sinceridad.

Los muchachos lograron algo que ni la urraca Magaly, ni las carmonadas de la Tulicienta pudieron lograr: hacerle perder el control. La señito ha echado mano de sus amigos poderosos (Televisa) para limpiar su nombre por un programa hecho para su lucimiento. Bien podria haber capeado el temporal explicando que, más que una cuestión técnica, se trataba de un recurso válido. Pero no. Exhibieron que su fachada -como la de cualquiera- tiene grietas. Y eso no lo puede soportar.

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